Un análisis detallado del tenis y el pádel ha revelado que son mucho más que un pasatiempo. Más allá de sus beneficios físicos, estos deportes de raqueta educan en valores, favorecen el crecimiento personal y contribuyen a la integración de personas en situación o riesgo de exclusión social.
El deporte como herramienta de inclusión social ha demostrado sobradamente su validez y en particular, el tenis y otras disciplinas de raqueta son incluso más beneficiosas para la integración de niños, jóvenes y adultos en la sociedad. Salvando las distancias, un partido de dobles puede derribar barreras como la condición, la discapacidad o las diferencias culturales con mayor contundencia que cualquier programa o proyecto desarrollado al margen del deporte.
Los deportes de raqueta: un salvavidas para personas en riesgo de exclusión social
La práctica del tenis y el pádel permiten dar un ‘raquetazo’ a la exclusión social. 12,3 millones de personas en España viven en esta situación, según datos de la EAPN-ES, y son varios los estudios que avalan la utilidad de las iniciativas de inclusión social en el ámbito del deporte.
Jugar a tenis con regularidad puede ser el mejor «ariete» contra los factores excluyentes a la hora de desenvolverse en sociedad. Así lo reconoce un artículo de la Fundación Rafa Nadal: «el deporte no hace distinciones entre personas: la raza, el sexo, la condición o el origen social no son motivos excluyentes a la hora de jugar o entrenar. Todos partimos desde el mismo punto frente al deporte».
La integración en el deporte radica en su capacidad para facilitar el ‘diálogo’ entre personas de edades, sexos y culturas distintas. El tenis y el pádel, por ejemplo, brindan herramientas y reglas que se respetan de común acuerdo y que permiten disfrutar de una sana actividad física, sin que las peculiaridades físicas, intelectuales o sociales de los participantes supongan un impedimento.
Desde un punto de vista económico, el tenis es uno de los deportes más accesibles. Las personas con recursos limitados no encuentran obstáculos financieros para iniciarse y realizar activamente este deporte, que da oportunidades ilimitadas a hombres y mujeres de toda condición.
Por esta razón, tenis y pádel son deportes que incentivan la socialización y las relaciones personales. Una persona socialmente vulnerable o en riesgo de exclusión reconoce en estas actividades un nexo, un punto de encuentro con el resto de la sociedad. Precisamente, el factor social es uno de los beneficios del pádel para la mujer.
Los beneficios sociales del tenis y el pádel, también en las escuelas
Por su efecto integrador y socializador, el tenis y el pádel destacan entre los deportes más inclusivos en la escuela. Su práctica a edad temprana permite visibilizar a los jóvenes afectados por factores de exclusión social como la pobreza, la discriminación racial, el género o la discapacidad en el ámbito educativo.
Además de fomentar las interacciones sociales, practicar estos deportes en el ámbito escolar mejora las habilidades intelectuales y motrices, la capacidad para trabajar en equipo y el bienestar físico y mental.
Más de 48 mil personas de 0 a 17 años está afectada por una discapacidad intelectual en España, de acuerdo con el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). El deporte ha demostrado ser un instrumento eficaz para que estos colectivos potencien sus habilidades comunicativas y su capacidad para trabajar en grupo. A medio y largo plazo, estos beneficios del deporte a nivel social redundan positivamente en su bienestar físico y emocional.
«Game, set and match» para la vida: ¿cómo el tenis ayuda a superar adicciones?
La adicción figura entre los motivos de exclusión social más persistentes y difíciles de abordar, máxime en España, uno de los países europeos con mayor índice de consumo de drogas y estimulantes entre adolescentes. Por fortuna, los beneficios sociales del tenis también afectan a este colectivo de forma positiva.
Diversos estudios avalan la efectividad del deporte en la lucha contra las adicciones. Practicar tenis y otras disciplinas con regularidad aumenta la resiliencia, mejora la autoestima y —en los clubes y academias de tenis— proporciona un sentido de pertenencia de grupo, en una clara demostración de cómo el deporte influye en la sociedad de modo regenerador.