La presión, diámetro, materiales o color son características de la pelota de tenis que han evolucionado drásticamente en los últimos 150 años de historia. Las bolas reglamentarias de hoy se desplazan a más de 200 km/h y pese a recibir impactos y efectos de alta intensidad, logran mantener su forma y propiedades intactas. Rara vez se rompen. El estadounidense Andy Roddick provocó con su servicio el «estallido» de una pelota durante el US Open de 2003, hecho memorable precisamente por su singularidad.
Estructuralmente, ¿cómo es la pelota de tenis? Las modernas se componen de un núcleo de goma, resultado de la fusión a 200 grados centígrados de dos hemisferios, que posteriormente se rellenan con 8 kg aprox. de gas nitrógeno u otro gas presurizado. Cada bola se recubre, en su parte externa, con una capa de fieltro.
Pero no siempre fueron tan sofisticadas. Las pelotas más primitivas, allá en el siglo XIV, consistían en bolsas de cuero con un relleno de pelo de perro. Se golpeaban con la mano como parte del «juego de palma» o jeu de paume, juego del que se derivan la mayoría de los deportes de raqueta que conocemos. A estas esferas de piel y pelo seguirían diseños más avanzados a base de masilla y lana resistente.
La introducción del caucho vulcanizado, punto de inflexión para la pelota de tenis
En 1844, la historia de la pelota de tenis dio un giro con la invención del caucho vulcanizado por el estadounidense Charles Goodyear. Las nuevas bolas mostraban un rendimiento sobresaliente en toda clase de superficies, aunque su uso tardaría en generalizarse, recibiendo su «bautismo» deportivo en la edición de Wimbledon de 1877.
La evolución de la pelota de tenis siguió su curso cuando se adoptó el fieltro de lana o nailon como cobertura del núcleo de caucho. Esta modificación tenía su porqué: disminuir el efecto gracias a la resistencia al aire de los pelillos de esta capa final.
A partir de 1920, la pelota se presurizó con aire o gas, lo que acrecentó cualidades como la velocidad o el rebote. Surgió entonces la necesidad de graduar la presión utilizando válvulas desarrolladas inicialmente por Wilson Sporting Goods y Pennsylvania Rubber Company.
Hoy la Federación Internacional de Tenis (ITF, por sus siglas en inglés) establece que cada pelota debe rebotar de 1,35 a 1,47 metros al caer de una altura de 2,54 metros. Este rango supone una presión de alrededor de 14 psi, reajustable dependiendo de la altitud a la que se dispute el juego, como sucede en el Torneo de Bogotá (cuanto mayor es la altitud, menor es la presión atmosférica en el interior de la pelota, lo que afecta a su capacidad de rebote).
Respecto al tamaño de la pelota de tenis, su diámetro se estandarizó finalmente en los 6,35 y 6,67 centímetros. Dependiendo de su velocidad, la ITF clasificó las bolas en tres tipos, a saber: Tipo 1, destinadas a superficies lentas; Tipo 2, óptimas para pistas de ritmo medio, y Tipo 3, para superficies muy rápidas. Las pelotas de Tipo 4 se reservan a competiciones disputadas a más de 1.219 metros de altitud.
En vista de estos y otros requerimientos técnicos, no es posible jugar a tenis con pelotas de pádel u otros deportes de raqueta.
Del color blanco al amarillo óptico: la evolución de la pelota de tenis
La descripción de la pelota de tenis se completa con su color amarillo, elegido en razón de su visibilidad en la televisión a color. Hasta 1972 todas las bolas eran blancas o negras. La televisación de los primeros torneos tenísticos puso de manifiesto la escasa visibilidad de las pelotas en el nuevo medio.
La ITF, después de confirmar en un estudio que el color amarillo —en concreto, el amarillo óptico— era el más visible para la audiencia televisiva, confirmó esta modificación en las pelotas, que abandonaban definitivamente su blanco característico. Solo el Campeonato de Wimbledon se resistió a adoptar el nuevo color, hasta mediados de los años ochenta, cuando abandonaron el blanco debido a que «las pelotas se manchaban de verde en el césped, lo que a veces hacía que fuera casi imposible verlas en la televisión».
Así, el deporte ‘blanco’ pasaba a ser amarillo fluorescente en beneficio del público aficionado. El tenis, qué duda cabe, está lleno de historias fascinantes, como el origen de su puntuación o la evolución de las raquetas.